Si somos sinceros, muy sinceros con nosotros mismos, encontraríamos
que con frecuencia hacemos ese mismo tipo de oración. “Queremos que Dios nos
conceda lo que le vamos a pedir”.
Sé nos olvida acaso que la oración es un camino de dos vías? Por un canal voy yo, pero por el otro viene Dios.
Mis deseos no son los deseos de Dios. Por eso el Salmista escribió
en el Salmo 37:4.
“Deléitate así mismo en el Señor y él te concederá los
deseos de tu corazón”.
La primera palabra en este verso es: “Deléitate” , la segunda es
“Concederá” y la tercera es “Deseos”. Y estas tres palabras están en ese
orden.
Deleitarse es encontrar sabor, gozo, placer y
satisfacción y eso solo se encuentra en el Señor, no en la gente ni en
las cosas. Dios es el único que satisface y llena.
En
otras palabras, cuando comienzo mi oración en deleitarme en su presencia
necesito estar listo para que esos deseos egoístas que me llevaron a
orar sean desplazados por los deseos de él.
Dios es soberano y él sabe cuando y cómo contestar.
Amado, amada…no uses la oración como una pastilla sedante para calmar
tus angustias, ni para exigirle a Dios nada. Él no nos debe nada.
Nosotros le debemos a Él.
Oraciones egoístas nos cargan, oraciones de deleite nos liberan. No
es lo que yo quiero, sino lo que él quiere. No le reclames a Dios, deja
que él te reclame.
“Llegaré entonces al altar de Dios, del Dios de mi alegría y mi
deleite, y allí, oh Dios, mi Dios, te alabaré al son del arpa”. Salmos
43:4.
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