Cuentan que un viejo avaro visitó a su rabino, después de conversar un rato con él su maestro lo llevó hasta la ventana del cuarto y le dijo: Mira, ¿qué ves?
El avaro contestó: Veo hombres, mujeres y niños.
El rabino entonces, tomándole de la mano lo llevó hasta un espejo y le dijo: ¿Qué ves ahora?
Me veo a mí mismo, contestó el anciano.